«Mucho quedas tú últimamente con ese chico…», me decía mi madre cuando en el instituto era uña y carne con mi amigo Carlos. «Ya estamos otra vez con la cantinela», pensaba yo. ¿Por qué no podía disfrutar de una sana y pura relación de amistad con un chico al que podía contarle mis problemas y el cual me ofrecía una interesante y necesaria perspectiva masculina de los acontecimientos? ¿Tan difícil era de creer que fuéramos amigos y nada más?

¿Por qué no disfrutar de una pura y sana relación de amistad con un hombre? © Cordon Press

Con el tiempo (y ya han pasado 19 años) Carlos y yo seguimos siendo muy buenos amigos; mi madre, por su parte, asimiló que hizo bien en no comprar el traje de madrina para la boda. A día de hoy, my dear friend entra y sale de mi casa como si nada y conoce a pies juntillas mis amores, rupturas y demás acontecimientos de mi vida profesional y sentimental. Ahora bien, ¿me he sentido atraída alguna vez por él? No. ¿Me ha rondado por la mente la idea de que, a lo mejor, nuestra relación se convertiría en un amor de película tras largos años de amistad? Sí. No negaré que ver películas como Sin CompromisoCon derecho a roce o Solo Amigos han hecho mella en mis neuronas. Es lo que hay. Y no hablemos de Friends, mítica serie de referencia para muchos, donde Rachel se lió con Joey y Ross y Mónica terminó casándose con Chandler. Gracias a que me queda Phoebe para sustentar este artículo.

Y ahora Hollywood que le explique a mi madre que Carlos y yo SÍ que somos solo amigos.

El problema llega cuando no solo lo piensa tu madre. ¿Cuántas personas creen ciegamente que un hombre y una mujer no serán nunca «solo amigos» porque siempre hay intenciones físicas ocultas? Me niego a creer que Carlos fuese mi amigo solo por la probabilidad de acostarse conmigo (entre otras cosas porque eso se llama Friend Zone y es otro mito machista). Para salir de dudas, descuelgo el teléfono y voy directa al grano: «Oye, ¿tú te acostarías conmigo si tuvieses ocasión?».

Esto es lo que me hubiese gustado oír, pero por el contrario escuché….

«No sé. Es que nunca se ha dado la situación», contestó. ¿Peeeeeeeeeerdona? Ay madre, hiperventilación activada.

Exacto.

«Pero a ver, Carmen, eso no quiere decir que cuando esté contigo solo piense en que igual podría pasar algo entre nosotros. Cuando nos conocimos pues a lo mejor sí, pero ahora valoro más nuestra amistad que un simple revolcón», sentenció. Bueno, vale, arreglado. Además, tras volver a respirar de manera normal, sería hipócrita enfadarme cuando es una idea que también ha rondado por mi cabeza.

Y si no que se lo digan a Leo y Kate, que llevan siendo amigos (sin roce conocido) desde hace 20 años. © Getty Images

 

  • Se buscan amigos sin derecho a roce

Tras hablar con Carlos, me reuní con unos amigos a los que conozco también desde la adolescencia y a los que, en más de una ocasión he oído comentarios entre ellos del tipo: «¿Y para qué quedas con ella si no tienes posibilidades?». Frase que me hacía gracia hasta que maduré y comprendí el machismo oculto que entrañaba (de nuevo, #FriendZoneAlert). Les pregunté que si creían que la amistad, pura y dura, con una chica les parecía algo real y factible. «Por supuesto», me dijeron todos al unísono. Una respuesta perfecta de no ser porque llegó acompañada de un «teniendo en cuenta que un hombre nunca diría que no a tener sexo esporádico con una amiga».

¡Requeteboom!

Aún atónita por esta opinión, cambié de escenario y me fui de vinos con mis amigas de la universidad. Frente a mi Ribera del Duero, les planteé la misma cuestión: «Claro, aunque yo creo que ellos siempre estarían dispuestos a tener una desliz tonto», contestó Sofía dándome una razón más para correr a hablar con una experta en la materia.

Sentada en el sofá de mi terapeuta, experta en relaciones de pareja y en terapias orientadas hacia la mujer, pregunté casi con temor si pueden un hombre y una mujer ser amigos sin acostarse ni esperar a hacerlo en algún momento: «Sin ninguna duda, pero debes tener en cuenta que nos atraemos, estamos diseñados para reproducirnos», me explicó, «lo que nos diferencia de los animales es el raciocinio. ¿Has visto a un león y una leona ser solo amigos? Ellos se guían por instinto, pero los humanos hace tiempo que somos invitados a utilizar más la cabeza y menos nuestro olfato biológico». A lo que podemos añadir que el instinto, como tal y si nos atenemos a su definición científica, no existe en el ser humano: «El instinto como tal, como algo que determina y condiciona irremediablemente nuestra conducta, no existe», explica a Grazia la psicóloga Mamen Jiménez.

«Bueno, no es que la amistad entre sexos opuestos sea un invento de los humanos. Piensa que a ti habrá amigos que te atraerán más físicamente y otros te ‘pondrán’ cero. Pero sí que en parte la sociedad ha contribuido a este mito», sentenció. Uy, uy, uy, no pensaba quedarme a mitad de camino. «¿Y cómo crees que hemos hecho algo así?», le pregunté tirando un poco más de la cuerda…

«¿Cuántas veces una novia no le ha dicho a su chico que qué hace quedando con otra chica, aunque sea una amiga suya de hace veinte años? Y viceversa. En el fondo sabemos que somo animales y que, aunque no nos movamos por instintos, nunca se sabe cuándo podemos darles rienda suelta por un rato» contesta, y con este alegato me dice que ya está bien de trabajo y que volvamos a mis temas personales.

La verdad es que tenía que reposar todo lo que me había dicho.

De camino a casa, me di cuenta de que muchas veces había utilizado con mis amigas la misma frase que mi madre conmigo, pero le había añadido una coletilla : «Mucho quedas tú últimamente con ese chico para no gustarte». ¡Oh Dios mío! Me había convertido en madre. En ese momento me eché la bronca mentalmente por pensar así. Que no te guste alguien como para acostarte, casarte o mantener una relación sentimental, no quiere decir que no sea una persona con la que disfrutar de aficiones comunes, un vino, una escapada, etc. Y lo más importante de todo, ¿por qué nos empeñamos en reducirlo todo al sexo? Vaya, este tema me lo guardo para otro día.