Cada día las webs porno reciben más visitas que las de Netflix, Amazon y Twitter… ¡juntas!, así que podemos afirmar sin pecar de exageradas que el porno es el absoluto rey de internet, el protagonista del 12% de todo el contenido publicado online ¡¡hay más porno que gatitos!! Pero nadie debate sobre ello: “Creo que la gente tiene miedo a hablar del porno”, explica a Grazia Rashida Jones, “así que hay mucho que contar”.

La actriz estrena el viernes 21 en Netflix Hot Girls Wanted: Turned On, la continuación en forma de serie documental de seis capítulos de la cinta que triunfó en Sundance hace un par de años, Hot Girls Wanted. “Tras rodar el primer documental creíamos que ya habíamos terminado, pero no: todavía quedan muchas historias ahí fuera, muchos puntos de vista”, reflexiona Jones en nuestro encuentro en Berlín.

Netfix estrena ‘Hot Girls Wanted: Turned On’, la continuación (en formato serie documental) de la cinta que triunfo en Sundance. © Cortesia de Netflix

“Hay muchos temas de las que no se ha hablado sobre sexo, sobre intimidad y sobre cómo interactúan ambos con la tecnología”, afirma. Porque precisamente este nuevo personaje en el escenario, la tecnología, es el que ha puesto patas arriba la obra, colocando contenido de alta carga sexual a un clic y haciéndolo mainstream. “El 80% del porno llega a los niños y adolescentes por accidente. Quizá porque eres un niño y simplemente quieres saber cómo son las partes del cuerpo humano; escribes eso en Google y, si no tienes puesto un filtro, todo lo que te sale es porno. Es perverso y alarmante que sea tan accesible”, refleja la productora de la serie.

Casi el 40% de la pornografía muestra violencia contra las mujeres.

Pero que nadie se lleve las manos a la cabeza, que la pornografía no es la mala de la película, eso sería simplificar demasiado el panorama: “Los contenidos con una alta carga sexual están muy bien, no pasa nada con ellos”, prosigue Rashida, “el problema de estos contenidos es que siempre-siempre emulen lo mismo: la sexualización de la mujer”. El porno es propaganda de género, un producto en el que casi el 40% de lo que se muestra es violencia contra las mujeres. Y eso es lo que se consume a diario con más ansia que Netflix, Amazon y Twitter ¡juntas! Y sí, lo repetimos porque nos parece una barbaridad.

Empeñado en cosificar a la mujer, el porno se ha olvidado de qué quiere ella. © Cortesía de Netflix

Pero sigamos agravando un problema ya de por sí peliagudo. Continuemos con otro dato extraído del estudio que las productoras, Rashida Jones, Jill Bauer y Ronna Gradus, llevaron a cabo al comenzar el documental: la edad media a la que un niño se enfrenta al porno es de 11 años (lo que quiere decir que hay muchos que lo hacen incluso antes). “No recibimos una educación sexual y la gente se está educando con el porno. Aunque no te lo creas, tu niño de 11 años está expuesto al porno y a una imagen ficticia de lo que es el sexo. Resulta que el porno es fantasía, pero a esa edad no se sabe discernir”, señala la responsable del proyecto. Además, y en parte por la intervención de la tecnología, existe una brecha generacional que hace que muchos adolescentes hayan consumido mucho más pornografía que sus padres en toda su vida. “Es necesario filtrar, buscar un equilibrio y entender qué es real y qué no. Además, están muy bien los deseos sexuales de los hombres, todos sabemos cuáles son, están por todas partes… pero ¿y los de las mujeres? Nos estamos olvidando del placer femenino”, añade.

No recibimos una educación sexual y la gente se está educando con el porno.

“No quiero sacar a las mujeres del porno, quiero que las mujeres tomen el control”, resume la directora de porno para mujeres Erika Lust en el primer capítulo del documental, Women on Top. “El problema está en el enfoque y en la diversidad. Ahora mismo la idea de la sexualidad femenina no está representada en la cultura popular. Sin embargo, sí están por todas partes las mujeres sexy (el sexy entendido por un hombre, obviamente) y todo el mundo emula esos contenidos”, amplía Jones, “hay muchas maneras de que las mujeres expresen sus deseos, el trabajo de Erika es una, pero hay muchas más; lo que hace falta es darles un canal para que lo hagan. Que las mujeres sientan que tienen un espacio para pedir lo que quieren”.

Erika Lust, que se ha hecho mundialmente famosa por crear contenidos pornográficos para mujeres, en su oficina en Barcelona. © Cortesía de Netflix

Y, sobre todo, para evitar una confusión demasiado común: el que nos den gato, sexualización de la mujer; por liebre, la sexualidad femenina. “Es un problema de educación que empieza por no decirle a tu hija que es guapa; antes deberías decirle que es inteligente, que es trabajadora o lo que sea… pero no deberíamos poner la apariencia física en primer lugar. Tu hija se tiene que dar cuenta de que es genial por otras razones más allá de la apariencia, para desarrollar el carácter, la personalidad, el cerebro… Y, ya sabes, cada otra parte de ti”, prosigue Rashida Jones, “no se trata de meterse con las fantasías sexuales de nadie. Se trata de avanzar del punto cultural en el que estamos en el del ‘fulanita es sexy o no’. De esta patología colectiva que hemos creado”.

Pero ¿cómo? En la serie se exploran algunas alternativas que a veces son tan evidentes y simplistas como efectivas: “Detrás de la cámara siempre pongo a una mujer, porque cuando hay un hombre al final terminamos con muchos planos de la actriz”, sentencia Erika Lust, dando una pista de hacia dónde van, o debería ir, los tiros.

Rashida Jones en Berlín. © Cortesía de Netflix
Una de las producciones de Erika Lust, en las que todo gira en torno al placer femenino: «Corten, ya lo tengo, ya está todo. Y no, no necesito que tú te corras», le dice la directora a un sorprendido actor. © Cortesía de Netflix