«Voy en el metro y la gente camina demasiado lento. O muy rápido. O hace demasiado frío. O un calor insoportable. Me duele todo, estoy cansada y el mundo me parece un lugar inhóspito. Lloro con los anuncios. Me peleo con la gente en la cola del súper y os mataría a todos por un trozo de tarta». La persona pacífica y paciente que has sido el resto del mes está hasta las narices de callarse y ha tomado la palabra a voz en grito. Hablo del Síndrome Premenstrual. Ese ingrato compañero de pista con el que a alrededor de un 5% de las personas menstruantes les toca bailar cada mes.

El síndrome premenstrual (SPM) fue definido como síndrome médico por primera vez en 1931 anteayer por Robert Frank. Se refería a los cambios físicos y psíquicos variables que se producen antes de la menstruación y que desaparecen con su llegada.

Los síntomas de los que hablamos los conocemos desde los tiempos de nuestra primera SuperPop: irritabilidad, hinchazón, acné, hipersensibilidad mamaria aka como-me-roces-te-mato, fatiga, etc. Y en el extremo de este síndrome, un grupo de personas, -que puede que sean más de diez millones en todo el mundo- que experimentan lo que se conoce como trastorno disfórico premenstrual (TDPM), una versión aguda que implicaría un cuadro con otros síntomas como depresión, agresividad y hasta pulsiones suicidas.

El síndrome premenstrual, la consabida “mala hostia leche de antes de la regla”, ¿ahora es también un síndrome? ¿Estamos medicalizando esta fase del ciclo menstrual?

Vivimos en un mundo que entiende la menstruación como un handicap, un problema temporal que se sale de la línea recta del resto del mes. © Sam Hendel
Vivimos en un mundo que entiende la menstruación como un handicap, un problema temporal que se sale de la línea recta del resto del mes. © Sam Hendel
  • Medicalizar la vida y sus procesos

Medicalizar significa intervenir médica o farmacológicamente en la vida de las personas sin justificación. Un buen ejemplo es cuando fenómenos vitales como la menstruación -o el síndrome premenstrual en este caso- la menopausia, el embarazo y el parto dejan de entenderse como procesos naturales de la vida que el cuerpo sabrá afrontar por sí mismo, para ser vistos como problemas médicos a resolver. Una vez creada esa idea de que todo es patológico, es fácil vendernos medicamentos para que los sigamos consumiendo durante toda nuestra vida.

Una vez creada esa idea de que todo es patológico, es fácil vendernos medicamentos para toda nuestra vida.

De modo que, ¿estamos medicalizando el síndrome premenstrual? ¿Realmente algunas personas cumplimos un cuadro de síntomas más exactamente que otras o solo es que, debido a nuestra naturaleza cíclica, en este momento del mes, nos encontramos de otra manera, se nos agudizan los sentidos, vemos más claras las cosas que nos molestan y nos cuesta mucho más callárnoslas? Piénsalo, vivimos en un mundo injusto, hay guerras, hambre, odio, miseria, enfermedades, opresión, ¿pretendes que no te afecte nunca? ¿de verdad eres esa clase de persona? Introduzca Captcha.

El Doctor Frank atribuyó las causas del síndrome a diversos desajustes de origen endocrino durante la menstruación, especialmente en el equilibro entre dos hormonas: estrógenos y progesterona.

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Estas son estrógenos y progesterona luchando por encontrar el equilibrio.

Hoy en día la teoría más aceptada, aún sin constatación científica, es que la fluctuación y la bajada de progesterona inhibe la creación de serotonina, encargada de regular la estabilidad emocional. Además, la subida de estrógenos provocaría un aumento en la retención de agua y de sodio, de ahí lo de hincharse como un zeppelin y aumentar dos tallas de golpe. Sin embargo, los estudios realizados por el Departamento de Psiquiatría y el Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Duke, el problema no sería la producción hormonal, sino cómo afectan estas hormonas a los neurotransmisores.

  • ¿Síndrome o incomprensión?

Para quienes prefieren no ver ninguno de estos procesos como un problema o una brecha a salvar cada mes, estamos ante una etapa de lucidez y honestidad brutal que deberíamos apreciar y utilizar a nuestro favor. ¿Por qué no hacer caso a nuestras vísceras, si nos están advirtiendo de que esa persona no aporta nada a nuestra vida? Quizá sea un buen momento para hacer limpieza.

Aprender a reconocer que nuestro ciclo menstrual condiciona nuestra vida es aprender a ver también que este mundo no está pensado para tener la regla.

Aprender a reconocer que nuestro ciclo menstrual condiciona nuestra vida es aprender a ver también que este mundo no está pensado para tener la regla. Ir a trabajar cuando te duele todo, te pesa el cuerpo y encima tienes que disimular para evitar bromitas o calificativos desagradables, es duro. Nos pasamos los tampones como si fuesen fajos de heroína y el ibuprofeno rula por la oficina como ídem. Quizá si cada persona pudiera menstruar tranquilamente, en una postura cómoda, si no tuviera tanto estrés alterando su ciclo, si no pasase tantas horas sentada, si no tuviera que tomarse una pastilla y tirar para delante… la cosa no sería tan dolorosa y complicada. Pero menstruar nos recuerda que este mundo entiende la menstruación como un handicap, como un problema temporal o hito en una línea recta que es el resto del mes. No es productivo y hay que minimizar y ocultar sus efectos.

Nos pasamos los tampones como si fuesen fajos de heroína y el ibuprofeno rula por la oficina como ídem.

Iniciativas como la de Coexist, una empresa afincada en Bristol que permite tomarse la baja laboral durante el periodo, parecen un sueño. «Lo que necesitamos es sincronizar el trabajo con nuestros ciclos naturales», afirma su directora Bex Baxter. ¿El resultado? Su plantilla está encantada de la vida y cuenta con el apoyo del 80% de sus clientes. Adaptarse a los ciclos de sus empleadas le permite obtener lo mejor de ellas mismas. ¿Acaso el modelo tan asentado en España de hacer carreras a ver quién regala más horas extra a cambio de parecer más eficiente ha demostrado mejorar la productividad? ¿Por qué no darle una oportunidad a esta medida? Rezaremos para llegar a verlo algún día.

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Reza Zooey, reza.

Pero dejando a un lado el debate sobre si estamos medicalizando la vida y sus procesos, el Síndrome Disfórico Premenstrual puede marcar la vida de muchas personas, que es posible que vayan de médico en médico durante años, siendo un día diagnosticadas como bipolares y otro como depresivas, sin poder acceder a un posible tratamiento que les ayude a llevar una vida normal.

Algunos de los síntomas descritos son: falta de interés en las actividades diarias y especialmente en las relaciones con los demás; fatiga o decaimiento; tristeza o desesperanza con posibilidad de pensamientos suicidas; ansiedad; sentimiento de pérdida de control; deseo vehemente por consumir ciertos alimentos o comer en exceso; altibajos en el estado de ánimo; ataques de llanto; ataques de pánico; irritabilidad o ira persistente; distensión abdominal; sensibilidad en las mamas; dolores de cabeza; dolor muscular o articular, insomnio y dificultad para concentrarse.

En casos leves, basta con que el psiquiatra te recete unos ansiolíticos para salir del paso, pero no deja de ser un “parche”. En otros casos, antidepresivos (para estabilizar el ánimo) o anticonceptivos (permiten mantener los mismos niveles hormonales durante todo el mes) pueden ser soluciones. Ya es una decisión personal sopesar los efectos secundarios que tiene todo medicamento, siendo siempre un profesional el que te recomiende lo más adecuado para tu caso particular.

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Llorar desconsoladamente una vez al mes, sin un motivo aparente, desahoga y mucho.

Tu ciclo menstrual es una parte más de ti, eres la que grita porque algo le molesta, la que calla por miedo, la que se atreve a todo y la que no cambiaría la manta y el pijama por nada. Nuestra naturaleza puede ser cambiante, sí, pero aprender a aceptarlo y vivir con ello es el primer paso para dejar de ver tu menstruación y tu síndrome premenstrual como enemigos íntimos.

Fíate de ti misma y de tus impresiones. Date tu tiempo, mímate un poco en un mundo que quiere escupirte en la cara a diario. Menstruar es duro, este ciclo en el que vivimos inmersas puede ser agotador, permítete decir que estás cansada, que no eres invencible y escucha a tu cuerpo: te está recordando que le dan igual los calendarios tradicionales y que en ocasiones hace falta bajar el ritmo. ¿Le vas a escuchar?