Imagina que eres un hombre y tienes una amiga. Tu amiga, además de mujer es heterosexual y a ti te atrae y solo por ello, tú ya has pensado que, de alguna manera u otra y sin contar con su criterio, lo vuestro podría terminar en romance. Imagina que no se lo dices. Que sigues fingiendo ser su amigo, escuchando sus problemas, prestándole un hombro para llorar cuando lo necesita, cargando muebles en sus mudanzas. Imagina que, obviamente, lo haces para que vea lo buena persona y mejor partido que eres. Para que se enamore de ti de una vez y deje de perder su tiempo por ahí saliendo con otros tipos. Tipos que a ella le gustan, que ella elige pero que siempre son peores opciones que tú. Imagina que un día, cuando crees que ya has llegado a un nivel determinado de “buenas acciones”, te lanzas a darle un beso o mostrarle tu interés sexual de cualquier otra forma. Imagina que se aparta y te aclara que para ella “solo eres un amigo”. ¡Un amigo! Acabas de ser relegado a una nueva dimensión de la existencia donde tus fantasías se dan de bruces con la cruda realidad y no puedes acceder a tener una relación con ella. Como al principio, cuando todavía no habías preguntado, pero sabiéndolo con toda certeza. Imagínatelo.

La tragedia.

Encuentros en la tercera fase: la friend zone.

Vale pero, ¿qué es exactamente la friend zone? Vayámonos a la fuente de todo conocimiento cuando se trata de leyendas urbanas, Urban Dictionary: “cuando se espera de ti que apoyes a una chica que te gusta mientras ella busca por ahí a otro tío, más inteligente, más rico o más guapo para que sea su novio. Pocas cosas puedes hacer para no sentirte como un capullo”.

Querido, es que estás siendo un capullo. ¿Apoyar a una chica que te gusta?, ¿quién querría hacerlo sin recibir sexo a cambio, verdad?, ¿qué hombre en su sano juicio podría querer hacer nada por una mujer si no es a cambio de sexo? Obviamente y según los chicos que hacen definiciones misóginas en Internet, nadie en absoluto.

Parece ser que para ciertos hombres heterosexuales, la amistad con una chica es una simple carrera de obstáculos para meterse en su cama. En un mundo donde la mercantilización de las relaciones humanas es ya todo un hecho, nos encontramos con que el esfuerzo invertido por un tío debe verse recompensado con relaciones sexuales. Si no, ha perdido su inversión de tiempo y eso es un tremendo agravio. La chica pudo sospecharlo o entreverlo, no debió ser tan zorra malvada como para pensar que un hombre podría ser amigo suyo sin esperar nada a cambio. Neoliberalismo relacional, cosificación y competitividad enfermiza para ayudar a deducir quién gana con la situación y quién, por el contrario, debe ser humillado por haber disparado a la tómbola y no volverse a casa con la muñeca “chochona” bajo el brazo.

Porque el hecho de darse cuenta de que alguien con quien considerabas tener una amistad sincera lo haya hecho todo de manera interesada no es una decepción comparable a que una persona a la que no le has expresado tus intenciones, las haya ignorado completamente durante meses. Solo faltaba.

¿Qué hay detrás del mito? Nice guys y retos por cumplir.

Pero, ¿quién en su sano juicio podría pensar este tipo de atrocidades sobre la amistad? Bueno, es un concepto al que todos nos hemos expuesto en los medios de comunicación. Todos recordamos al pobre Ross persiguiendo a su amada Rachel. Él era un nerd flipado con los dinosaurios y los jerseys de cuello alto y ella, una chica guapa y cool con los peinados más deseados por nuestras yo’s adolescentes de los 90.

Pese a toda esta adversidad, todo el mundo sabía que Ross era el adecuado para Rachel. No porque ella lo hubiera decidido ni porque se la viese enamorada, sino por lo buen amigo que había sido. Por supuesto, en un ejercicio de justicia divina por parte de los guionistas, ella termina correspondiéndole, se casan y comen muchísimas perdices en el Central Perk. Porque eso es romántico y bonito. Porque a quién le importan los sentimientos, preferencias y deseos de una chica mona. Todos sabemos que debe adaptarse a la realidad y quedarse con el buenazo. Le guste o no.

Pero Ross y Rachel no son los únicos. Summer y Tom de “500 days of Summer”, la mala malísima que le dijo que solo iban a ser amigos y fue tan malvada de mantenerlo hasta el final. Screech y Lisa. Gordo y Lizzie Mcguire. Steve Urkel y Laura Winslow… Siempre un chico “bueno” -un Nice Guy– que es víctima de la crueldad e irracionalidad de una mala y bella mujer. ¿Cómo se puede ser tan hipócrita de decir que te gustan los buenos chicos pero luego solo fijarte en los guapos?

Haber dicho que te gustan los “buenos chicos” te convierte en ese mismo instante en un reto, un juego de apuestas en el que deben hacer méritos para conseguir lo que realmente quieren. Todo ello reforzado por ese mito que romantiza el acoso y que nos meten en la cabeza con las comedias románticas: si insistes lo suficiente, en algún momento conseguirás el “premio gordo”. Porque las mujeres no somos seres humanos con poder de decisión, sino más bien una especie de tragaperras perversa. Qué encanto de chavales.

Mala mujer es la que decide por sí misma.

Los mitos del amor romántico han sido un recurso primordial para gran parte de nuestra cultura audiovisual, y lo hemos interiorizado con los años. Nos hemos lanzado como locos a culpar a mujeres por no retribuir la atención masculina con amor y sexo. Por tener criterio propio y decidir con quién quieren y no quieren tener relaciones, dejando de lado presiones e intentos de manipulación. Como si todo esto fuese algo malo. Como si fuese mucho peor que el hecho de ser amigo de una persona solo y exclusivamente a cambio de favores sexuales.

En resumidas cuentas, todo vale con tal de alimentar el estereotipo de la arpía malvada a la que los hombres puedan culpar por todos sus fracasos vitales. Da igual que estemos hablando de algo tan incontrolable como el interés romántico y el deseo sexual. De los hombres socialmente se espera que confíen en su instinto y luchen por sus deseos hasta el límite de violentar a la parte deseada e incluso culparla por no aceptar sus avances sentimentales. Mientras tanto, de las mujeres esperamos lo contrario, que los repriman, pongan en duda e incluso anulen por completo en beneficio de ese bien mayor que es “conseguir a un buen hombre” o equilibrarle el karma a algún pobre chico feo y rarito. Y eso sí que no.

«Como si rechazar al ‘buenazo’ fuese mucho peor que el hecho de ser amigo de una persona buscando solo un fin sexual».

Somos personas con sentimientos y objetivos propios, no retos a conseguir. No somos el perrito piloto ni el monstruo final de la pantalla ni la princesita del final de Super Mario. Que nadie te diga que eres mala persona por no relacionarte exactamente con quién y cómo te dé la gana. Que les sea muy leve el viaje a la odiada friend zone. Esperamos su correspondencia desde allí.