«He encontrado Tinder en el móvil a mi chico», dijo Amelia mientras apuraba su copa de vino. «Madre mía», pensé yo, «menuda movida». «Puede que solo quiera tontear y sentir que está todavía en el mercado», se apresuró a decir Noelia, consciente de que yo no pensaba lo mismo. «No sé chicas, hablaré con él», sentenció Amelia. ¿El resto de la historia? No sé si hubo o no conversación, pero Amelia sigue estando «en una relación» según su perfil de Facebook.

Y tan ‘really’.

No es la única chica que conozco a la que le ha pasado algo similar. De hecho, a dos amigas mías (solteras) les saltó el novio de una tercera para hacer match en Tinder. Pantallazo al canto, café de emergencia con ella, charla lo más cariñosa posible y ni una palabra más del tema. Y sí, esa chica sigue con su novio.

Todas estas historias me han hecho pensar (y mucho) en la infidelidad. Dejando al margen el (eterno) debate de si la monogamia es algo intrínseco al ser humano, comencé a darle vueltas a una idea. Si las relaciones amorosas han cambiado ¿gracias? a la tecnología, ¿por qué no también las infidelidades?

Si el amor ha cambiado en la era de Tinder… ¿también lo han hecho las infidelidades? © David Mandelberg

¿Qué es una infidelidad?

Empecemos por el principio. Según la definición que hace la RAE de fidelidad, lo contrario es «la falta de lealtad que alguien debe a otra persona». Vale. Si embargo, esto es muy general y no me vale para el contexto en el que nos estamos moviendo. Por eso acudo a Blanca Caballero, psicóloga experta en relaciones de pareja: «Se diría que es una acción cometida por parte de una de las personas de la pareja, por la cual se rompe uno de los pilares de esta misma, la fidelidad», sintetiza.

¿Y quién dice que la fidelidad es un pilar de la pareja? «Cada pareja pone sus normas dentro de su relación y sabe los límites que puede o no traspasar», contesta la psicóloga.

Pues sí.

Infidelidad, ¿emocional o física?

Cuando hablo con Blanca me advierte de que, tradicionalmente, la definición de infidelidad llevaba implícito el contacto sexual: «Antes una persona solo era infiel cuando se acostaba con otra». Sin embargo, hay que diferenciar entre la infidelidad física y emocional: «La primera está clara. Tu pareja se acuesta con otra persona sin tu consentimiento y rompe la confianza que tenías en ella», me aclara la experta. No puedo esperar a que comience con la emocional: «Esta es un poco más complicada. No incluye contacto físico con otra persona, si no que se refiere a cualquier vínculo que se produce a través del sentimiento o pensamiento», vamos, complicado  chungo.

Pues entonces es emocional, querida Marge.

Según esto, el problema no sería tanto el tipo, sino lo que cada uno considere que es la infidelidad. Es decir, si Amelia creyera que tener un perfil en Tinder (aunque su chico le jurara que no había quedado con nadie) teniendo una relación es ser infiel, ¿su novio le estaría siendo infiel? «La pregunta no es esa», me dice y continúa: «La pregunta es, ¿sabe el novio de Amelia que uno de los límites de su relación es no entrar en aplicaciones de contactos?».

Esa no me la esperaba.

Ahí me ha dado. Igual mi amiga llevaba razón y su chico solo quería tontear un poco. ¿Acaso puedes controlar a tu pareja en la oficina cuando toma café con una compañera y le dice que está guapa esa mañana o que le gusta su vestido? ¿Es eso ser infiel? Puede que sientas celos, pero ¿te lo tomarías como una infidelidad?

La evolución de la infidelidad emocional

«Con la llegada de las nuevas tecnologías, su significado se ha ampliado muchísimo. Ahora se incluyen en esta categoría, el intercambio de mensajes íntimos a través del móvil o el hecho de conocer a alguien por medio de Internet», asegura Blanca. Me estoy desesperando un poco y termino por hacer la pregunta del millón: «Entonces, tener Tinder, practicar sexting, etc. teniendo pareja, ¿es infidelidad?».

Me mata la incertidumbre.

«Depende». Y como ve mi cara de pocos amigos sigue hablando: «En psicología, todo aquello que no haya sido hablado y acordado por las dos partes es infidelidad. Si en tu relación estableces que podéis tontear con otros por Internet, si la cosa no llega a un nivel físico, no sería infidelidad. Más que nada porque ha sido una decisión fruto del consenso».

¿Por qué ser infiel emocionalmente?

Sin embargo, sigo sin entender por qué alguien iba a ‘jugársela’ sabiendo que su relación puede acabar por algo así: «Las personas que se quedan en la infidelidad emocional normalmente no buscan terminar con sus parejas. Simplemente desean evadirse por un momento y recordar sensaciones que se minimizan estando en una relación. Cosas como el deseo, el tonteo, ese subidón de adrenalina que nos da el que otra persona nos diga que se siente atraído por nosotros…».

En resumen. En una era en la que la tecnología está al servicio del amor, es mejor asegurarse de que lo que Instagram te dio, no te lo quite Tinder. Hablar con tu pareja es fundamental. Piensa que una conversación a tiempo puede ahorrarte muchos quebraderos de cabeza. Eso sí, la psicóloga lo tiene claro: «Nadie tiene que convencerte de nada. La infidelidad es diferente para cada persona, pero tu pareja y tú debéis estar de acuerdo en lo que supone para vosotros». Pues eso. Que no te den gato por liebre.