Moda
Desde que el gran Karl Lagerfeld muriera, hace casi un año, todas las miradas se posaron en Chanel para estar atentos a qué ocurriría con las colecciones que Virginie Viard presentaría a partir de ese momento. Desde entonces Chanel no ha defraudado, al contrario, corren nuevos tiempos en la maison, sin perder en ningún momento la esencia que dejó el kaiser en cada una de las coleccione que creó al frente de la casa francesa.
Hoy el Gran Palais de nuevo se ha vestido de fiesta, y se ha convertido en un jardín, para representar el jardín del claustro de la Abadía Aubazine, donde la diseñadora y fundadora de la casa, Coco Chanel vivió su infancia. Esta vez no ha habido contratiempos, como ocurriera en la edición pasada, cuando una espontánea se colara en el carrusel final, y hemos disfrutado de un show en el que la elegancia, el romanticismo, la feminidad y la exquisitez han sido los protagonistas.
Como siempre, el clásico y perfecto binomio del blanco y negro ha hecho acto de presencia, a través de tejidos tan clásicos como el tweed, pero también tules, gasas, bordados y frente al negro tipo hábito de las monjas un blanco nupcial que acaparaba todas las miradas.
Hemos vistos diferentes largos en las faldas, volúmenes, siluetas que simulan los uniformes de colegio pero en versión lujo, cuellos bebé, calcetines -muchos calcetines- con zapatos y mocasiones de tacón medio, al más puro estilo colegial.
*Imágenes: Cortesía
