Nadie es ajeno a la estética de Elsa Schiaparelli. El surrealismo ideado a partir de la relación entre Salvador Dalí y la couturier se torna en esta nueva colección por Bertrand Guyon, donde el shocking pink, tan emblemático, simula una base firme —nunca antes igual—.

Con esta entrega, pareciera como si Guyon quisiera transportarnos a la era de gloria de Schiaparelli; prendas que en su momento sonaban como el último grito de la moda. Porque la realidad es que esta francesa comenzó, como una rebelde, a mezclar la esencia de cada rincón del mundo con el nylon y otras telas artificiales, algo que iba en contra de los principios de la haute couture.

En esta serie de vestuarios ultra glamurosos con el sello tradicional, la langosta por ejemplo en un antifaz por Stephen Jones, el diseñador no dudó en reimaginar —¿cómo diseñaría Elsa, hoy?— con un contraste fenomenal de colores. De ahí la combinación tan extraordinaria de tonalidades en cada motivo o incluso en los bloques de color que simulaban un rompecabezas con la construcción de cada prenda.

El verdadero sueño de la haute couture se resume con la fauna en fantasía. Las máscaras elaboradas con plumas, metales, flores e incluso el mismo satín de los vestidos, se proliferan como trama de un cuento. Muy probablemente este es la ilusión que la alta costura en la segunda década del siglo XXI necesita. Seducción en su máximo esplendor es quizá surrealismo.

*IMAGEN: Mondadori Photo