Maria Grazia Chiuri lo vuelve a hacer. Su ejercito feminista para Dior, ahora con una dedicación especial al arte de la danza y al movimiento relativo del cuerpo humano en cualquier espacio. Algo así como el dinamismo y la belleza en fusión que rindió tributo a cinco mujeres en particular; Loïe FullerIsadora DuncanRuth Saint DenisMartha Graham y Pina Bausch.

Cada prenda simulaba un signo vitalicio para el arte de la danza con texturas tan vaporosas y frescas, como aquellas tan pesadas como la vaquera —de ahí que la diversidad de esta colección se manifestara—. La muestra que incluyó un performance —el estupendo contraste entre el lujo y la danza— también vio caer pétalos de rosas blancas que acentuaron el romanticismo. Entre siluetas que envolvieron al cuerpo como si se tratara de un regreso a la antigua Grecia y Roma y los accesorios clásicos que han marcado la era de la italiana —la Saddle, las berets— todo en perfecta sintonía lírica.

No es ningún secreto que Chiuri es vocera de la autonomía femenina. De hecho, aquellos fantasiosos vestidos traslúcidos liberaron el estado crudo y natural de un cuerpo que está por embellecerse con el ágil movimiento. También la independencia se vió en el desplazamiento singular de cada prenda con sutiles capas de macramé.

Emotivos estampados que dieron pie a un lúcido sueño flotante. El deseo de pertenecer a una utopía divina y una dimensión paralela a la realidad. Edificada en un mundo previamente machista y apropiada por las mujeres, el espejismo de Maria Grazia se da en una infinidad de combinaciones casi aleatorias —en término relativo— que se traducen a un nuevo lenguaje (los nuevos códigos de la maison). Y es que así es la ilusión; placentera.

 

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