Informes que denuncian las condiciones precarias de las trabajadoras de la industria textil, celebrities reivindicando el comercio justo, virales sobre la procedencia de las prendas que llevamos puestas… Seguro que últimamente has oído hablar del movimiento #FashionRevolution, y es que ya era hora de que abriésemos los ojos y comenzásemos a mirar lo que compramos desde otra perspectiva.

Desgraciadamente, tuvo que ocurrir una tragedia, la del Rana Plaza, para que los medios de comunicación y las firmas de moda se pusieran las pilas. Dos años después de aquel fatídico 23 de abril de 2013 (un día que no quedará en el olvido gracias a la iniciativa del Fashion Revolution Day), los consumidores somos más conscientes del problema, estamos más informados sobre la precariedad de los trabajadores… pero ¿sabemos cómo podemos aportar nuestro granito de arena? ¿Se trata de no comprar? ¿De comprar y reivindicar? ¿De buscar otras alternativas?

"Muestra tu marca y pregunta #whomademyclothes en el Fashion Revolution Day!", incitaba Stella McCartney en su Instagram hace unas semanas.
«Muestra tu marca y pregunta #whomademyclothes en el Fashion Revolution Day!», incitaba Stella McCartney en su Instagram hace unas semanas.

Cuando vemos virales como el de la máquina expendedora de camisetas a 2 euros, la última acción que ha dado que hablar sobre el tema, lo primero que nos viene a la cabeza es dejar de comprar ropa inmediatamente en las cadenas fast fashion, sin embargo la Campaña Ropa Limpia no es partidaria del boicot: “Queremos estar al servicio de las personas trabajadoras y estas prefieren conservar su trabajo. Cuando denunciamos un caso ponemos todos los esfuerzos para evitar que las empresas decidan dejar de hacer negocios con una fábrica o con un determinado país y llevarse la producción a otro lugar. Lo que pedimos es una modelo de producción que no ejerza una presión intolerable en los trabajadores y trabajadoras por hacer entregas más rápidas, y en los intermediarios por vender más barato, dos factores que empeoran las condiciones de trabajo”.

Y es que a veces los intermediarios son tantos que resulta imposible llegar al fondo del asunto. Deborah Itriago, autora del informe Derechos que penden de un hilo de Oxfam Intermón cuenta a Grazia que “el lema de una de las organizaciones (REDCAM- Red Centroamericana de Mujeres en Solidaridad con las Trabajadoras de la Maquila) con las que Oxfam Intermón colabora en Centroamérica es ‘Empleo Sí pero con dignidad’. Nosotros nos hacemos eco de sus demandas y la REDCAM aboga por mejores condiciones laborales. Conocer a ciencia cierta las marcas que producen cumpliendo derechos humanos y laborales es un punto pendiente dentro de una agenda amplia asociada a la industria internacional de la fabricación de prendas de vestir. Las fábricas en zonas francas o maquilas suelen ser fábricas subcontratadas por empresas transnacionales del mundo de la moda que se dedican al diseño, la distribución y la comercialización del producto textil. La opacidad y el hermetismo generalizado del sector de zonas francas es un obstáculo para dar con la información precisa sobre qué marcas están detrás de las maquilas. En muchas maquilas está prohibido entrar para hacer entrevistas, fotos o grabar en video”.

Por este motivo, la Campaña Ropa Limpia, además de ofrecernos la posibilidad de denunciar a través de su web cualquier mala práctica que encontremos, nos invita a hacer un consumo crítico y preguntar por la procedencia de nuestra ropa, un hecho que, aunque no lo creamos, funciona, y si no véase el caso en el que Zara contestó a una petición bajo el hashtag #whomademyclothes. Y es que, según nos cuenta Itriago, debemos perseguir que “los productos se fabriquen en condicines laborales dignas para que adopten una forma de compra más ética (por ejemplo, en cuanto al precio y a las fechas de entrega) ya que, si no, sus proveedores no serán capaces de poner en práctica las mejoras exigidas en las condiciones laborales.

"Debemos perseguir que los productos se fabriquen en condicines laborales dignas para que adopten una forma de compra más ética". © Jacob Sandrak & Carroll Cruz.
«Debemos perseguir que los productos se fabriquen en condicines laborales dignas para que adopten una forma de compra más ética». © Jacob Sandrak & Carroll Cruz.

Aquí es donde entramos los consumidores y nuestra parte de culpa. Exigir cada vez más y más variedad en las docenas de colecciones de una sola temporada, recibirlas en tiempo record y todo a un precio irrisorio, han provocado una competencia de la que nos costará mucho trabajo salir pero que “no es imposible. Va a depender de lo bien que sepamos convencer a los consumidores de la importancia de nuestra propuesta”, apunta Itriago.

Y nos están convenciendo muy bien porque la colección de moda Veraluna (100% comercio justo) de Oxfam Intermón, disponible tanto en sus 38 tiendas físicas como en su web, está aumentando sus ventas un 20% cada año. Juanjo Martínez, responsable de esta línea de ropa, explica a Grazia qué hay detrás de estas colecciones: “El comercio justo se rige por unos estándares o principios muy claros. En lo relativo a las condiciones de trabajo, deben ser seguras, libres, retribuidas de forma justa, con los descansos necesarios para compatibilizar el trabajo con las labores domésticas y con todos los derechos sindicales reconocidos. Para asegurarlo, desde Oxfam Intermón tenemos una doble certificación: por un lado aprovechamos los sellos de garantía (como Fairtrade) y los procesos de monitoreo que realiza la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO); y por otro, hacemos nuestra propia supervisión con visitas regulares y entrevistas con las propias personas trabajadoras”.

Pero las ONG´s no son las únicas que se han puesto las pilas para ofrecer un consumo textil responsable. La firma Raasta the Seed lleva años trabajando en el proyecto Iou Project, una tienda online basada en la transparencia del proceso de producción y los tejedores de Gandhi. Cada una de las prendas que se pueden adquirir en esta web tienen una cadena de historias que (con foto incluída) cuentan a sus posibles compradores: desde la tejedora de India, hasta la costurera de Italia y, por supuesto, tú. Cuando compras una prenda también puedes incluir tu imagen y tu historia para cerrar el proceso. ¿No te encanta?

Ahora surge la inevitable pregunta… ¿Cómo afectan estas medidas a los precios que paga el consumidor? O, lo que es lo mismo, ¿es compatible el low cost con el comercio justo? Juanjo Martínez nos saca de dudas: “Si por low cost entendemos productos donde lo único que cuenta es que el coste y el precio sean bajos, definitivamente no es compatible con el comercio justo. Ahora, esto no significa que estemos orientándonos a precios de venta de la ropa casi inasumibles, ni mucho menos. Por ejemplo, un polo de caballero de algodón orgánico de alta calidad, en el que tanto el cultivo del algodón como el proceso de fabricación (tejido y confección) han sido auditados como de comercio justo, lo estamos vendiendo a unos 25 euros. Ese precio permite retribuir dignamente tanto al campesino del algodón como al trabajador de la maquila”.

Desde luego, con estos datos, no parece tan complicado. Entonces ¿en qué estamos fallando? Martínez apunta que lo más dañino del low cost es “el consumismo irracional. Hay que promover un consumo más consciente y racional, no deben comprarse prendas para ser utilizadas apenas unas cuantas veces, se debe reciclar y, cuando una ropa ya no sirva (por ejemplo la de los niños que se nos queda pequeña) se puede dar para que otros la puedan utilizar. De otra manera, no solo no podremos garantizar las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras, sino que no haremos sostenible este planeta”.

No parece difícil ¿verdad? Pues, ¿por qué no empezamos hoy mismo a comprar con cabeza?

© Jacob Sandrak & Carroll Cruz
© Jacob Sandrak & Carroll Cruz